viernes, 8 de agosto de 2014

Ecos de la guerra del wolframio en Moralzarzal

Hace unos pocos años, cuando empecé a interesarme por la historia de la minería antigua de Moralzarzal, las alusiones a la búsqueda de wolframio en la localidad eran bastante frecuentes.

Al principio pensé que esta referencia al wolframio se utilizaba como cajón de sastre cuando se desconocía el origen de algunas labores mineras presentes en nuestro término municipal. Pero tras leer este verano un libro de mi abuelo (Wolfram, wolfram. La diplomacia en la bocamina) he podido conocer mejor un fenómeno que dejó una pequeña huella en nuestra término municipal y aledaños: “la guerra del wolframio” o, como también se la conoce, “la fiebre del oro negro”. Una historia de aventureros, espías y diplomacia internacional durante la post-guerra española.
Cubierta de la novela policíaca de Carlos Caba "Wolfram, wolfram. La diplomacia en la bocamina".

Según la wikipedia, el wolfram, wolframio, volframio o tungsteno (como lo denominan los anglosajones) es un metal escaso en la corteza terrestre, que se encuentra en forma de óxido y de sales en ciertos minerales. Es de color gris acerado, muy duro y denso, tiene el punto de fusión más elevado de todos los metales (superior a 3400 ºC) y el punto de ebullición más alto de todos los elementos conocidos. Por estas propiedades es utilizado en maquinarias de precisión, electrodos de soldaduras, filamentos de lámparas incandescentes, en las estructuras eléctricas de los automóviles, etc.

Wolfram o wolframio


En terrenos graníticos, como en el que se asienta Moralzarzal, este metal se asocia a los filones de cuarzo que se abren entre los granitos, donde la alteración hidrotermal ha producido mineralizaciones de casiterita (óxido de estaño o SnO2) y volframita (WO4Fe o WO4Mn).

El enorme interés por este metal, y su búsqueda también en el subsuelo de Moralzarzal, vino a consecuencia de las dos guerras mundiales y la Guerra de Corea. ¿Porqué? Por que el wolframio es un metal muy inerte, no se corroe y resiste el ataque de todos los ácidos, muy importante para las aleaciones en los blindajes de los carros de combate, barcos y motores. Además, cuando se adiciona al hierro o al acero, incluso en pequeña cantidad, aumentan la resistencia a altas temperaturas y su dureza, dando mayor densidad a los proyectiles y mayor capacidad de atravesar los blindajes.

De manera especial, sus usos bélicos le hicieron un mineral estratégico durante la II Guerra Mundial, siendo la Alemania Nazi, sin recursos propios, quién más necesitada estaba de las cualidades del wolframio para construir la punta de sus proyectiles anti-tanque y la coraza de los blindados. Hasta el año 1939 Alemania pudo abastecerse de wolframio en la India, China y Birmania, pero el bloqueo naval británico obligó a los nazis a buscar los yacimientos de España.

Incluso antes del comienzo de la II Guerra Mundial, los alemanes habían llegado a las regiones mineras del interior de Pontevedra y Ourense. La ayuda del Gobierno Alemán a la sublevación del General Franco hubo que pagarla en forma de materias primas y la deuda contraída (estimada en 212 millones de dólares del año 1940) se devolvió en forma de alimentos, cereales y minerales estratégicos.


Alemania necesitaba una fuente europea para aprovisionarse de este mineral estratégico y la península ibérica era el único lugar en Europa donde era posible encontrar este mineral en cantidades significativas, aunque insuficientes para las necesidades alemanas. Por este motivo, las distintas potencias (Inglaterra, E.E.U.U. Y Alemania) se disputaron el control de la producción y comercio internacional, creando un servicio de espionaje específico para controlar el mineral.

La “guerra del Wolframio” tuvo la península ibérica como escenario principal, con una época dorada entre los años 1940 y 1944. Antes de empezar la II Guerra Mundial, en España había seis empresas que se dedicaban a la extracción de ese elemento químico y al finalizar la contienda se contabilizaron un centenar. Vigo fue principal puerto de salida del mineral y Galicia se llenó de agentes alemanes dispuestos a conseguir el material a cualquier precio y de agentes aliados dispuestos a evitarlo. Además de las concesiones mineras del interior de Galicia, la fiebre del oro negro se extendió a las cuencas mineras de Tornavacas (Cáceres), el Bierzo leonés y la Cabrera, y con menor intensidad en Asturias, Zamora y Salamanca. En Portugal, alemanes e ingleses explotaron de forma pacífica diversos yacimientos, para después venderlo a los aliados y a los nazis.

Los norteamericanos usaron dos métodos para dificultar el aprovisionamiento de wolframio español a Alemania, el primero fue el embargo petrolífero a España en dos ocasiones, una en 1940 (aunque no específicamente provocado por el tema del wolframio) y posteriormente otro en 1944 con el wolframio jugando un papel central. El segundo método consistió en comprar en el mercado libre todo el mineral disponible, lo que provocó que el precio se multiplicara por más de diez (alcanzaría su techo en 1943) y que para España constituyera su principal fuente de divisas.

El embajador norteamericano en Madrid en aquellas fechas, Carlton J.H. Hayes, relataría en su libro "Misión de Guerra en España", publicado en 1946, como funcionaban este tipo de "compras preventivas". Consistía en pujar por ciertos productos de importancia militar para el Eje, y en especial Alemania, caso del wolfram: "si los alemanes ofrecían 200 pesetas por tonelada, los aliados proponían su compra por 600 pesetas". 

La estrategia de los aliados de subir los precios de las materias primas para ahogar económicamente a Alemania hizo que el wolframio fuera considerado un “oro negro”, provocando un movimiento económico importante en un medio rural español deprimido por una larga contienda civil. Debido a la falta de mano de obra especializada, el régimen de Franco utilizó a los presos políticos de la guerra civil en el trabajo (forzado) de la minería y la construcción, aprovechando así los conocimientos y habilidades de trabajadores procedentes de áreas geográficas con gran experiencia en minería, como eran los presos llegados de Asturias.

En las zonas de abundancia de este mineral, esta fiebre provocó el surgimiento de nuevos asentamientos y poblados mineros, habitados por una variada fauna de todo tipo de pelaje: industriales que reinaban como los “señores de wolfram”, aventureros y buscavidas, capataces con alma de negreros, malhechores, prostitutas...todos al pairo del olor al dinero fácil. Para completar el cuadro no podía faltar la Guardia Civil, tan temida como odiada, que cada noche rebuscaba en caminos y tascas a los vividores ávidos de enriquecimiento rápido y con cuentas con la justicia. Y por las comarcas mineras del wolfram también pululaban agentes de las embajadas, espías y tratantes de materias primas al servicio de las potencias en conflicto.

Entre los sistemas de trabajo, existía uno más o menos ilegal y clandestino: el de las “recuperaciones”, que se movía entre el hurto, la rapiña y el descuido. Una auténtica especialización minera en el pillaje que explotaba con medios muy rudimentarios previa obtención de un carné o autorización.

En el entorno de la Sierra de Guadarrama existe una vieja mina de wolframio, en Cabeza Líjar (Guadarrama), pero fue la zona comprendida entre Torrelodones, Hoyo de Manzanares y Colmenar Viejo la que disponía de mejores yacimientos de casiterita y wolframita. Por este motivo, Hoyo de Manzanares contó con diversas explotaciones de estaño y wolframio, durando incluso su explotación hasta los años 60. Estas labores sobrevivieron gracias a la existencia de una fundición de estaño en Villaverde que compraba toda la producción. Tambíen Guadalix, contó con una mina, que todavía hoy produce problemas de contaminación por arsénico.

En un Foro sobre la II Guerra Mundial, hemos encontrado el testimonio de un experto que comenta el hecho de que en el Valle del Lozoya existen numerosas minas de wolframio de esta época. No se trata de una ni dos, sino de cientos de micro-minas, catas superficiales o simples pozos. En una zona correspondiente a cinco municipios se encontraron restos de unas 100 micro-minas. Las personas mayores de estos pueblos dan testimonio de una fiebre del oro negro en la zona entre los años 1938 y 1945, pero de manera particularmente intensa a partir de 1943. Según estos testimonios, en estos años mucha gente del valle se lanzó a la compra de tierra o incluso a la “recuperación” del mineral. Eran gente sin preparación y sin medios. Un simple pico y un animal de carga bastaban para aventurarse a la búsqueda de oro negro. En esos tiempos, y dada la gran demanda de este mineral, una pequeña cantidad de wolframio podía dar sustento a una familia durante un año, y en la dura post-guerra española eso era mucho.
Bocamina de la mina de Wolframio de Cerceda, junto al río Samburiel y el Chaparral de La Mina. Autor: Miguel Ángel Soto.
Guardando las distancias, algunos cebolleros debieron probar fortuna en los alrededores de Moralzarzal en esas mismas fechas. Los trabajos de campo realizados por Antonio López Hurtado y un servidor para localizar las minas de plata de Moralzarzal nos llevaron a documentar algunas bocaminas y trabajos superficiales que son con toda probabilidad resultado del paso de la fiebre del oro negro por nuestra localidad.

Aunque no podamos descartar la existencia de otras labores, la mina de Cerceda (ver foto arriba) y las trincheras de la Ladera de Matarrubia (ver foto siguiente) son, muy probablemente, restos de aquella fiebre por el oro negro, una fiebre que en Moralzarzal y pueblos vecinos, especializados en la cantería de granito, quedó en una simple febrícula.

Restos de labores mineras en busca de wolframio o estaño en el monte Ladera de Matarrubia, en Moralzarzal. Autor: Antonio López Hurtado. 

Estannita o Molidebnita encontrada en los alrededores de las labores mineras de la fotografía anterior. Autor: Antonio López Hurtado.


Fuentes para la redacción de este post

4 comentarios:

  1. Muy interesante como todo lo que publicas.
    Muchas gracias por tu dedicación desinteresada.

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  2. Me encanta este tema y me encantaría conocer esas labores, ¿ están en terreno publico o privado?.

    Un saludo y buen trabajo.

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    1. Hola, me alegra que te interese el tema y gracias por las felicitaciones. Tanto la mina de wolframio, una galería de 50 m próxima a Cerceda, como las trincheras de la Ladera Matarrubia están en terrenos públicos. Intenteré mandarte unas coordinadas para su localización. Un saludo.

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  3. Que trabajó más chulo te has currado. Felicidades y gracias por sacarnos un poquito de la ignorancia. Me chifla lo que haces!!!!!

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